1937 04 26
GERNIKAKO BONBAKETA 86.URTEURRENAREN OROIPENA
2023 04 26
Cazas italianos Fiat Cr 32
fotografiados en pleno vuelo en la primavera de 1937. | FOTO: CEDIDA
Presentamos aquí una nota publicada
por el diario de noticias de Gipuzkoa, que nos relata lo acontecido esos días
en Gernika, por medio de un testimonio que recoge Xabier Irujo Amétzaga.
Investigador y director del CBS
(Centro de Estudios Vascos) de la Universidad de Reno, Nevada, Xabier es uno de
los mayores expertos que recoge documentación y testimonios sobre el Bombardeo
de Gernika- Gernikako Bonbaketa.
El investiga y busca una verdad… esa
verdad sobre Gernika que se negó a los vascos y que se pretendió, aunque sin
éxito, ocultar al mundo….
Por muchos años los habitantes de la
villa sufrieron, no sólo la pérdida de sus seres queridos sino también la
difamación y el silencio… se ocultó lo que sucedió y como sucedió….por eso
hemos denunciado tantas veces, la existencia de esas “voces silenciadas”….
G.B. adiorik ez…
Elevamos nuestro recuerdo y plegarias por las personas
fallecidas, para que el mundo nunca las deje en el olvido.
Compartiremos el link de acceso a la publicación y la misma nota:
https://www.noticiasdegipuzkoa.eus/politica/2023/04/23/gusto-dabamos-desayunar-6714698.html
El 2 de julio de 2019 entrevisté a
Andoni Pérez Cuadrado. Nació en 1926 en Gasteiz y vivió en la calle San
Prudencio 5, junto al Hotel Frontón, que en la primavera de 1937 se convirtió
en el cuartel general de los pilotos de la aviación rebelde. “Recuerdo al
general Mola en el balcón del hotel acusando que en Álava no se había hecho
nada aún, cuando en Navarra ya se habían enrojecido los campos…”, me dijo,
señalando el lugar donde había estado el balcón.
“Mi aita y mi tío eran de Juventud Vasca, por lo que nos obligaron a alojar durante algún tiempo a uno de los pilotos de la Aviazione Legionaria. Un cierto día me dijo que saliera a primera hora a la calle porque iba a hacer un vuelo rasante con su Chirri (Fiat Cr.32) y me haría señales con un pañuelo amarillo. La mañana del 27 de abril supimos que habían bombardeado Gernika. Le habían ordenado no decir nada, pero nos dijo:
“Ayer les dimos un palo a los de Gernika, los hemos machacado…”
Nos lo contó él, varias veces,
orgulloso de lo que había hecho”. En el bombardeo de Gernika participaron al
menos 24 bombarderos y unos 19 cazas alemanes, y tres bombarderos y al menos
trece cazas italianos. El registro de vuelo de la escuadrilla de caza No.26
registra 16 operaciones de vuelo efectuadas por 13 pilotos italianos el 26 de
abril.
Esto es, participaron un mínimo de
trece cazas Fiat Cr.32 (algunos de los cuales realizaron varios servicios)
pilotados por Corrado Ricci, Vincezo Vanni, Bruno Montegnacco, Aldo Romagnoli,
Aldo Galadini, Giuseppe Moglio, Guido Presel, Eugenio Salvi, Romeo Bolesari,
Italo de Berbardis, Viotti, Pongiluppi y Constantini.
Lo que
no cuentan los partes es a qué se dedicaron aquella tarde de primavera.
El
bombardeo se llevó a cabo en cinco fases de 1) bombardeo ligero, 2) bombardeo
pesado, 3) ametrallamiento y bombardeo ligero, 4) bombardeo pesado y 5)
ametrallamiento y bombardeo ligero.
La
labor de los cazas italianos en Gernika fue la de crear un círculo de fuego
alrededor de la villa en las fases 3 y 5. Mediante el ametrallamiento aéreo
debían retener a los civiles dentro del núcleo urbano entre las diversas
oleadas de bombardeo a fin de que murieran abrasados en el fuego causado por
las bombas incendiarias lanzadas desde los aviones de bombardeo pesado. Tal
como explicó Anton Foruria, “durante los intervalos, cuando los bombarderos no
volaban, los cazas se abatían sobre nosotros y ametrallaban todo lo que se
movía. Casi volaban con las ruedas rozando la hierba. Se movían en ondas, hacia
arriba y hacia abajo, y parecía que estaban jugando entre ellos”.
El
“juego” al que se refería Foruria era el vuelo de los cazas en “cadenas” o
hileras compuestas por tres aviones en formación de pattuglia in fila. Cuando
el primer piloto de la cadena veía civiles al descubierto o tratando de buscar
cobijo en algún lugar, descendía en picado y ametrallaba aleatoriamente a muy
baja altura, por debajo de los 40 metros. La reacción de las víctimas era
correr, ya que la mayoría no sabía que detrás de aquél venían dos aviones más.
El segundo avión de la cadena descendía en picado y simplemente elegía el
objetivo; a 250 km/h y disparando 20 balas por segundo, nadie escapaba. Como
anotó en su diario de vuelo uno de estos pilotos, “cuando estos idiotas
comienzan a correr no saben que están perdidos”. Finalmente, si aún quedaba
alguien con vida, el tercer avión de la cadena descendía de nuevo y, además de
ametrallar, lanzaba una o varias de las seis bombas de diez kilos de las que
disponían algunos de estos cazas.
Así lo
vivió Jose Ramon Segues: “Hubo varios intervalos en los que no se produjeron
bombardeos. En esos momentos podíamos ver a la gente correr y tratar de escapar
de la villa. Era como ver a la gente corriendo hacia su muerte sin poder
advertirles. Había aviones de caza dando vueltas a las afueras de la villa
esperando que la gente saliera a campo abierto. Entonces se lanzaban en picado
hacia ellos y las ametrallaban”.
Esta
técnica de ametrallamiento aéreo demostró ser muy efectiva. Según contó un
piloto, ametrallar civiles desde el aire le costó el primer día, pero “al
tercer día me resultaba indiferente, y al cuarto día hasta me apetecía. Era un
gusto que nos dábamos antes de desayunar: (…) Atacábamos a las columnas [de
civiles] que iban por la calle. Yo iba en la cadena. El aparato guía la
emprendía con la calle… El avión se tambalea, uno detrás del otro, y luego se
toma curva hacia la izquierda, con todas las metralletas y todo lo que pudieras
hacer allí. Entonces vimos a los caballos volando por ahí. (…) Los caballos me
daban pena, la gente, no. Pero lo de los caballos siempre me dio pena, hasta el
último día”.
Cuando
su compañero le preguntó cómo reaccionaba la gente cuando los ametrallaban,
éste respondió: “Se vuelven locos. La mayoría se quedan tumbados con las manos
así (haciendo el signo alemán). Rata-ta-tatá: ¡Bum, tumbados! En sí mismo,
bestial. Directo a la cara, recibían todos los tiros en la parte baja de la
espalda y corrían como locos, en zigzag, en cualquier dirección. Tres tiros de
munición incendiaria y, cuando les daban en la espalda, ¡bum!, caían de cara. Y
yo seguía disparando”.
“Todo era destrucción y
pánico”
Las
víctimas lo veían desde otra perspectiva. Tal como escribió el gudari Joxe
Iturria, “se podía ver a los pilotos de los cazas biplanos de lo bajo que
volaban. Ametrallaban a la gente, tanto dentro de Gernika como en las afueras
de la villa. Aquellos pilotos ametrallaban a todos por igual, militares y
civiles. Ametrallaban también a aquellos que se tumbaban boca abajo, haciéndose
los muertos. La única solución, a falta de un refugio, era tumbarse solo, boca
arriba. Así permanecí durante todo el tiempo que duró el bombardeo, cerca de la
fábrica de armas de Astra. Todo era destrucción y pánico, todos huyendo
hostigados por los cazas, que atacaban de improviso, formando una fila de tres
cazas a la que llamábamos cadena. Miles de personas perdieron la vida aquel día
en Gernika pero la fábrica de armas Astra no fue tocada por las bombas”.
Otros
no sobrevivieron. María Olabarria contó así su historia: “Los aviones daban
vueltas y vueltas por encima de nosotras. Parecía que nos buscaban. Y era
verdad: buscaban a cuatro mujeres. Había allí cerca un caserío. Corrimos hacia
la entrada. Estaba cerrada. Entonces nos pegamos materialmente al quicio de la
puerta queriendo protegernos unas con otras. Yo quedé en medio. Un avión dio la
vuelta al caserío, tirando con la ametralladora. Saltaba la tierra delante de
nosotras. De pronto oímos un crujido espantoso: sobre el caserío cayó una bomba.
La trepidación me lanzó al suelo en medio de piedras y ladrillos. Mi hija
mayor, que tenía 27 años, murió instantáneamente, aplastada. La otra, la más
joven, que se iba a casar, tuvo tiempo de cogerme la mano, apretarla un poco y
exclamar: “¡Ay!”. Dio un suspiro, y con los ojos clavados en mí, murió. No sé
cuánto tiempo estuve allí entre mis dos hijas muertas. La sangre me corría por
el cuello. Al cabo de un rato me recogieron”.
El general Corrado Ricci y otros pilotos omitieron estos detalles en sus memorias. Le fue concedida la Medaglia d’argento al valor militare por presentarse “voluntario en una misión de guerra guiada por un ideal supremo, y afrontar con audacia las pruebas más arduas dando constante ejemplo de sereno desprecio por el peligro y gran valor”… en abril de 1937.
Así hicieron la guerra y así
escribieron la historia."
Esta
es la terrible realidad… lo que sucedió y cómo sucedió…
Roguemos por los fallecidos para que estas almas puedan descansar en paz… así será, si nuestras plegarias no les abandonan al olvido…
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