“A MIS ABUELOS VASCOS.
Puerto de Izpegi. (fotografías google)
Bajaron de sus montañas, con la fuerza de
torrentes...
Sí, mis abuelos vascos...

Bajaron de sus montañas
con la fuerza de torrentes,
alta la mirada…
su vista al frente…
Nunca
habían de volver…
y sin
mirar hacia atrás…
la vida
se les fue….
Sumando
hijos primero y
restándoles
después…
La herencia que nos dejaron nuestros abuelos
vascos….
…AMOR a
la LIBERTAD,
a la PATRIA….
y a la raza…“
Iparraldeko
Euskal Herria
¿Qué estrofas recuerdo de los versos
de Berta Gastañaga de Lejarraga….!?
Además de su nombre
que nunca olvidé :
“Berta de Lejarraga”…
a mis cuatro abuelos vascos…
estas “hilachas al
viento”,
Éstas, sus palabras,
las ideas de su poesía,
no su construcción
ni su texto
completo….
Si, la
sociedad moderna y la vida,
gracias a las acciones de muchos
puso connotaciones
de horror a este término,
“raza”…
Pero no era esa la
connotación de sus sentimientos,
con los que
muchos de esa generación expresaron
el amor por sus
orígenes, por esa cadena sin fin
“etengabe”
de sus antepasados…
de su cultura y sus legados de amor…
Como lo expresamos hoy sencillamente….
“IZAN ZIRELAKO, GARA…
GU GARELAKO IZANGO DIRA”
“Porque han sido, somos…
porque somos ellos serán…”
Tal vez en algún momento, pueda dedicarle a Berta tiempo
y encontrar la versión original de su poesía completa…
pero estas ideas dejaron impacto en
mi alma,
pues transportaron mis pensamientos a “mis” abuelos vascos…
Tratando de visualizar las dificultades de su vida…
Ellos que murieron muy jóvenes,
no pudieron dejarles a
sus nietos su preciosa lengua,
el euskera, pero sí
el recuerdo de su modo afectivo
de
expresarse con ella…
cuando nos llamaban a su lado…
Cuando engarzaban el “TXO” cual piedras preciosas de su tesoro,
al incorporar esas tres letras a nuestros nombres,
a nuestros sobrenombres…
“Josetxo… Tildutxa… Malentxu…”
“Malenucha” decían mis tías
nacidas en Concordia…
Cómo no pensar en ellos hoy….
En el dolor de su
desarraigo…
qué pudo arrancar a mi amatxi de su hermoso caserío,
de su apacible valle de Aizarnazabal
para transportarle con cinco añitos de edad,
a la vida
dura de un saladero en Concordia…
entre el gemido de los animales sacrificados,
de sus aromas, de los vapores y la amargura del tanino,
entre la dureza de los
cueros…
Qué pudo arrancar a mi bisabuelo Bernardo,
de ese maravilloso valle de Alduides....
Pero aún así… llevaron la vida adelante…
sumaron doce hijos para restarlos también…
Cómo no pensar en ellos hoy….