domingo, 15 de noviembre de 2015

Crónica

MAAAAA-CAAAAAAA- ...

CHÍN

Una llegada demorada. Algo que aprendimos en este viaje, entre tantas otras cosas, es que para llegar a Macachín “hay que doblar después de Catriló”, nos quedamos dormidos con tanto mate, torta y vamos a decirlo, después de jugar con un globo. Ante el comentario a los conductores “¡nos dormimos, nos pasamos!” la respuesta fue “nosotros también cabeceamos un poco…”
Vivimos 3 días en 2 casas, una fue tildada de hippie según algún registro fotográfico que lo argumenta, sobre la otra nos contaron que era la casa de Gran Hermano aunque nunca encontramos el canal GHmacachín (aguardamos una crónica farandulera). 

El almuerzo del viernes, unas buenas milanesas (¡este año se podía repetir!). En la casa hippie hubo siesta al sol, también instrucciones para un baño algo trasgresor, pero las caras de sorpresa fueron muchas y no dudamos en el tradicional: agua y jabón. 
Más tarde el chupinazo con abanderados en tiempo y forma; una buena cena, Maral-eando el sonido (se advierte resaca); Ekin Dantzari todo en la romería, letras desconocidas para muchos (agradecemos los mayores los paseos en taxi a pesar de eso). La espuela, el regreso a la casa, un "bocadillo" en la cocina para el akelarre y a dormir.
El sábado al mediodía un desayuno esperado: mate y chorizo seco, aunque el cinzano en ese momento se hizo desear. Después del almuerzo un ensayo en el escenario (esperamos que se repita, al igual que la doble ración de milanesas en futuras semanas vacas).
Otro ensayo, ahora en el patio de la casa: arcos y dantzari-dantza, a esa altura comentarios sobre retención de líquidos eran emitidos sin tapujos, lo personal bien compartido, el hipismo se profundizaba. 
Sesión de fotos improvisada antes de salir, la temática: oriental. Cuando fuimos a buscar el palo para la cinta dantza nos encontramos con dos perdidos en Tokiochín, pero con unas cervezas en la mano, no íbamos a decir que no…; una espera con muchos nervios, y después sí, el baile.
Se saltó y se golpeó, nos miramos y animamos. El paloteado introducía un baile, que un poco se anudó, se trabó, se tironeó, se cortó, y con la música de nuevo; bailar se bailó.
Bondiola, tortilla, rabas, cinzano y cerveza para aclimatarnos, esta vez no estábamos para tomar ningún taxi, emprendimos la vuelta en tandas y hubo prueba ruidosa de una segunda ronda de cinzano después de la romería. El núcleo joven, ¿último el volver?, supo perder los cascabeles, aunque al otro día cual zapato de cenicienta, alguna marca recordó las aventuras de la noche anterior. 
El domingo dos imágenes ilustraron la mañana: alguien "azucaraba" el café con un líquido procedente de una petaca y en la última pasada de dantzari-dantza otro hacía globito en elevación. 
Vivir con otros implica respetar tiempos, compartir cuartos y colchones (como las dos colegas que practicaron discusiones propias de un matrimonio)…; pero también lavarse los dientes en la cocina porque la fila para el baño se hacía larga. Incluso es resignificar o recordar cómo habitar un espacio; el patio fue un lugar reponedor por medio de siestas, charlas, mates, ensayos, tareas manuales y algo de folklore; no por simple pertenencia territorial, sino por interés. Si se trata de contextos, bailar folklore en un patio ya tiene historia (o historias) y está de más apelar a lo geográfico.
El domingo nos apesadumbraba el regreso a la rutina porteña, y es que en esos tres días no solo comimos y bebimos muy bien, sino que nos sumergimos en la vida de un interior, condición que la mayoría conoce y remite a alguna cuestión corporal-emotiva, entramos en el territorio de la memoria. Eso puede explicar porque nos aclimatamos rápido a otro tiempo, que no está marcado por viajes en subtrenmetrocleta, jornadas laborales y estudio. Más simple, este grupo sabe muy bien lo que es el chorizo seco, la siesta o la elisión de la ese; la vida en "el interior". Lo sabe más allá de donde haya nacido cada uno, es algo compartido que genera complicidad. 
Romper con esa idea de tiempo predispone al cuerpo, así fue como en el regreso disminuimos nuestra edad para jugar como niños y cantar "Bartolito", aunque nuestra memoria puede fallar y Bartolito termine siendo un sapo en lugar de un gallo.

EKIN.D.T


No hay comentarios:

Publicar un comentario